Old shoes

Siempre falta ese coraje para tirar ese par de zapatos viejos.
A veces es necesario repensarlo. Los miramos y pensamos en qué ocasión podríamos volver a usarlos. Quizás para un disfraz, uno nunca sabe exactamente por qué, pero siempre los conservamos y están ahí intactos en algún fondo, en la parte oscura de algún zapatero.

Abandonar a aquellos que pisaron cada camino a la par tuya. De eso se trata, de dejar de tener en cuenta para reemplazar. No existe una palabra mejor puesta que abandono. Suena a crueldad, una crueldad que se vuelve necesaria encarnada en una valentía. A veces se deja de lado la comodidad. Quizás conservar los mismos zapatos sería más sencillo, pero nos podría privar de algunos beneficios. Pensamos en que quizás no sea necesario cambiar de zapatos, porque podríamos cambiarle las suelas, pero el valor está asumido y cuando se da media vuelta casi nunca hay vuelta atrás.

El momento de tomar los zapatos y envolverlos para no volver a verlos se debe sentir igual al momento de dar media vuelta. Pero es como todo, al tiempo se los olvida, se pasa del abandono prematuro y hasta doloroso a la costumbre, a los nuevos hábitos y hasta quizás uno se encuentra con experiencias mejoradas… con suelas que no nos dan la sensación de caminar sobre el asfalto. De eso se trata el abandono.
A veces esas decisiones repentinas ayudan a crecer o a cambiar de talle. Hoy siento que crecimos algunos talles porque tu abandono esta vez dolió, y dolió tanto que me hizo pensar en que quiero estar siempre… al menos en el fondo de alguna de tus cajoneras. Eso de lo que por alguna razón no te podés despegar…del todo.